Sobre mí
«El handpan me ha devuelto la ilusión por tocar y componer»
Mi infancia huele a tizas de Canson, óleos y trementina. Mi padre pintaba retratos y paisajes mientras escuchaba los vinilos y casetes de Alan Parsons, Los Beatles, Dire Straits o Pink Floyd. Yo no entendía una sola palabra de inglés, él tampoco, pero cantábamos igualmente.
Mi madre también cantaba. Entre «coplas» y rimas andaluzas los problemas parecían desvanecerse. Yo quería cantar flamenco como ella, pero nunca lo conseguí.
Un día mi padre trajo a casa un órgano Fesma cuyo interior serviría de refugio para mi hámster Canelo. Así empezó todo.
La primera melodía que aprendí a tocar fue el popular tema «Palomitas de Maíz» Después vendrían Bach, Mozart, Chopin o el tormentoso Prokofiev. » The Rain and the Rainbow».
Los momentos más felices de mi infancia sucedieron entorno a la música. Nos unía, nos reconfortaba.
Del «piano al hanpand»
En mi octavo año de piano comencé a sufrir constantes tendinitis de las que no podía recuperarme. La presión académica de aquellos años no ayudaba tampoco y decidí reorientar mi carrera hacia la enseñanza.
Así es cómo dejé de soñar que podía ser pianista y entré en contacto con un nuevo e igualmente apasionante mundo; la educación musical en la infancia.
En 2010, en un festival de danza llamado «Costa Contemporánea», escuché el sonido del hang por primera vez. Fue un flechazo.
No podía creer lo que estaba viendo…
y menos aún podía imaginar que tenía ante mis ojos el instrumento que me devolvería la ilusión por tocar y componer de nuevo.